Los años se pusieron blancos
en tus lúgubres cabellos.
Las turbas de las horas
cabalgaron por tu piel.
Llenándote de huellas
yacías en tu lecho,
soltando las amarras
para dejarte llevar.
Ya sonó en ti la trompeta
y emprendiste el viaje,
como una noche obscura
te marchaste al ver clarear.
Cruzando los portales,
que esperaban tu partida,
volviste a la tierra
lo que un día te legó.
Quedando atrás la escoria
sumergida en lo profundo,
Yaciendo allí en el polvo
tu cuerpo se quedó.