Y pensar que te dejé partir
y no corrí tras de ti
mas sabía que te llevabas
gran parte de mí.
El día ennegreció
y mis noches se hicieron
largas y vacías,
pareció que el tiempo
detuvo su curso
y mi mente decidió acompañarlo.
Desde ese momento
se desplomó sobre mí camino
la amarga noche sin final,
donde no habitan astros
que iluminen un nuevo amanecer.
Sólo cruzan el cielo
estrellas fugaces,
que no describen rutas
y su luz es muy tenue
para marcar el origen
de un nuevo amanecer.